viernes, febrero 10, 2006

Oh, dormida!


La cantidad de tiempo empleado en la alimenta-ción de un mundo interno. La aparente pasividad en ello. La dificultad de abrirlo al mundo exterior. El escozor que recorre el cuerpo frente a los procesos grupales. La disrupción que produce la sola aproximación de alguien, ni siquiera desconocido. Los pasos que se acercan y la aparición. La desazón, la soledad. La sonrisa innecesaria, los comentarios banales frente a un mundo más banal, frente a la densidad del mundo. La escasez de gente en mi vida. El aferramiento desesperado y loco a la primera que aparece, como quien habita normalmente una isla desierta. La dependencia. Y la familia, el maldito peso y determinación de la familia, que se ven aun en estas palabras.
La inspiración, los raptos, los raptores. La falta de continuidad de las ideas.
Y la hoja de papel que se termina, molestando la concentración en el relato. La dispersión fácil. El sueño de poder soñar sin límites en un colchón infinito. Y la libertad, y el apresamiento y la asfixia y la alergia. El apremio, el arrobamiento, la ansiedad, la necesidad de expresar el sentimiento, el miedo. El dolor, ah, el dolor! Me recuerda que he estado dormida. Quizá en un sueño sobre colchón infinito...